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"Textos-Collages" de escritos como canciones, libros, poemas, películas y más; todo dentro de lo que encierra la feminidad.

miércoles, 6 de marzo de 2013

Las chicas son mujeres disfrazadas qe saben del amor y de la muerte.

Extracto del libro de Jeffrey Eugenides: Las vírgenes suicidas. 


PREÁMBULO
Cecilia Lisbon

// Cecilia, la más pequeña de las hermanas Lisbon—no tenía más que trece años— fue la primera en hacer el viaje: se cortó las venas, como los estoicos, mientras tomaba un baño.

El doctor Armonson le cosió los cortes de las muñecas. Tras acariciarle la barbilla, le dijo:
 —¿Qué haces aquí, guapa? Si todavía no tienes edad para saber lo mala que es la vida...

Fue entonces cuando Cecilia dijo en voz alta lo que habría podido considerarse su nota póstuma, aunque en este caso totalmente inútil puesto que seguía con vida. 
—Está muy claro, doctor, que usted nunca ha sido una niña de trece años. //

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Las Vírgenes Suicidas
Las hermanas Lisbon


El diario de Cecilia comienza un año y medio antes del suicidio. Muchos consideraban que las páginas ilustradas eran un jeroglífico que revelaba una indescifrable desesperación, aun cuando se trataba, en su mayor parte, de dibujos alegres.

No aparecen por ninguna parte las inseguridades, lamentaciones, amoríos y ensoñaciones que son propios de esa edad. Cecilia, por el contrario, habla de ella y de sus hermanas como de una entidad única. El diario nos dice más acerca de cómo fueron transformándose las chicas que de la causa de su suicidio. Nos abruma hablando de lo que comían («Lunes, 13 de febrero. Hoy hemos comido pizza congelada...») o de la ropa que llevaban o de los colores que preferían. 

Supimos de los cielos estrellados que las niñas habían contemplado años atrás, cierta vez que acamparon, y del aburrimiento de los veranos yendo de aquí para allá. Supimos qué se siente al ver a un muchacho con el pecho desnudo. Supimos de la rabia que da que el viento de invierno te levante la falda.

Nunca llegamos a entender por qué a las chicas les preocupaba tanto hacerse mayores ni por qué se sentían obligadas a dedicarse cumplidos.

Supimos de esa cárcel que es ser chica, de los impulsos y sueños que genera y por qué acaban sabiendo qué colores combinan y cuáles no. 

Supimos que las chicas eran gemelas nuestras, que todos existíamos en el espacio como animales con idéntica piel y que si ellas lo sabían todo de nosotros, nosotros en cambio no podíamos sacar nada en claro de ellas.

Supimos, finalmente, que las hermanas Lisbon eran en realidad mujeres disfrazadas de chicas, que sabían del amor e incluso de la muerte y que nuestra función se reducía simplemente a emitir una especie de ruido que parecía fascinarlas. 

Se habían matado por la imposibilidad de encontrar un amor que ninguno de nosotros ha encontrado jamás. Al final, la tortura que había destrozado a las hermanas Lisbon indicaba una renuncia razonada a aceptar el mundo tal como se les concedía, tan lleno de defectos. 

Lo que persistía detrás de ellas no era la vida, sino la lista más trivial de hechos mundanos que pueda imaginarse: el tictac de un reloj de pared, las sombras de una habitación a mediodía y la atrocidad de un ser humano que sólo piensa en sí mismo. Su cerebro se hizo opaco a todo y sólo fulguró en puntos precisos de dolor, daños personales, sueños perdidos.

A fin de cuentas, daba igual la edad que tuviesen, el que fueran tan jóvenes, lo único que importaba era que las habíamos amado.

(...) llamándolas para que salgan de aquellas habitaciones donde se habían quedado solas para siempre, solas en su suicidio, más profundo que la muerte, y en las que ya nunca encontraremos las piezas que podrían servir para volver a unirlas.
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"Aqí tenemos a unas soñadoras; seguramente cuando saltaron, creyeron qe iban a volar"

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