Un collage de fragmentos del libro de Nabokov, Lolita.
Entre los límites de los 9 y los 14
años, surgen doncellas qe revelan a ciertos viajeros embrujados, dos o más
veces mayores qe ellas, su verdadera naturaleza, no humana, sino nínfica…
Ella
era Lo, simplemente Lo por la mañana. De pie, con su metro 48 de estatura y un solo
calcetín. Era Lola en pantalones. Era Dori en el colegio. Era Dolores cuando
firmaba.
¡Esta
dichosa criatura se está poniendo imposible! Tiene el pelo castaño, los labios
rojos como un caramelo rojo lamido, el superior ligeramente hinchado... Cada movimiento
qe hacía en las salpicaduras de sol punzaba la cuerda más secreta y sensible de
mi cuerpo.
Una
niña moderna, una ávida lectora de revistas cinematográficas, una experta en
primeros planos soñadores…Sabía qe me había enamorado para siempre de Lolita,
pero sabía qe ella no sería siempre Lolita.
Nos
enamoramos simultáneamente, de una manera frenética, impúdica, agonizante… Me
vuelve loco la doble personalidad de esta peqeña ninfa. Tal vez de todas las
ninfas. Esa mezcla de una soñadora ternura infantil y cierta temerosa
vulgaridad.
…y
supe con tanta certeza como qe me he de morir, qe la qería más qe a nada
imaginado o visto en la tierra, más qe a nada anhelado en este mundo.
No
podía matarla, desde luego, como habrán pensado algunos...
¿Comprenden
ustedes? La qería. Era un amor a primera vista, a última vista, a cualquier
vista.
Lolita.
Luz de mi vida, fuego de mis entrañas, mi pecado, mi alma,
Lo
Lee
ta.